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Terremoto en Guatemala

por | Jun 17, 2021

Relato de Pedro Vegue, integrante del Grupo de Rescate Venezuela, portador del carnet miembro Nro. 74-121:

«El miércoles 4 de febrero de 1976, Guatemala se estremeció en la madrugada con un terremoto de 7,5 grados. Para ese año se vivía un conflicto armado interno, fue una cruenta guerra civil. Parte de la población del país peleaba frontalmente.

Conscientes de no poder enviar militares a las zonas remotas afectadas por el terremoto. Nos enviaron a nosotros a coordinar con las autoridades locales, resaltando la importancia de la neutralidad de nuestras acciones y nuestro uniforme, porque no era de color verde, un color prohibido en las zonas rurales.

Llegamos a Guatemala unas 20 horas después del fuerte sismo. Julio Lescarboura decidió que trabajaríamos en grupos pares, a mí me tocó con Jean Tenaille y un equipo de tres médicos y cuatro enfermeros del Hospital Militar. Nos desplazamos a un pueblo de montaña llamado San José de Poaquil, cerca del lago y volcán de Atitlán. Fuimos transportados por un UH de la Fuerza Aérea Guatemalteca.

Imagen archivo – Manuel Bazzani.

Armamos unas seis carpas donde trabajaron los médicos. Se realizó triaje y se organizó un plan aéreo de evacuación para más de 150 lesionados de gravedad. Fue complejo, había muchísimas fracturas de cadera, pelvis y en algunos casos, de columna. Para ello, coordinamos con la comunidad la preparación de dos helipuntos en el cementerio del pueblo que estaba en una colina. Para este puente aéreo nos apoyaron los UH de la Fuerza Aérea Guatemalteca y varios UH del Comando Sur de los Estados Unidos. Los heridos eran trasladados a Chimaltenango, localidad donde ya estaba instalado un hospital militar de gran capacidad. Además nos asignaron dos Jet Rangers que utilizamos para el traslado de muchos heridos de pequeñas localidades.

También nos tocó apoyar en esa comunidad a sepultar a los fallecidos, fue inevitable la creación de fosas comunes donde se enterraron más de doscientos muertos. Fueron días de intenso trabajo.

Nunca sabremos cuántas vidas salvamos de las que trasladamos. Lo que tengo permanente en mi memoria son las miradas de agradecimiento de los pacientes que montábamos en los helicópteros. Ellos sentían que serían salvados.»

Aquí cumplimos una vez más con nuestro lema «Para que otros vivan».

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